Se acercaban las 6AM de un viernes con mucho frío, y sonó el teléfono. Una llamada, que con mucho dolor, esperábamos. Un final inminente, porque... de eso se trata la vida, ¿no? De transitarla, como un cuento, con principio y fin. La habitación en silencio; las palabras no sonaban en el aire pero retumbaban en mi cabeza. Mil preguntas, mil recuerdos. ¿y ahora? Me acerqué a su cama y pensé que ya se había ido. Pensé que quizás era muy tarde para decir todo lo que tenía para decir. Sin embargo, me animé a hablarle; quizás, era yo quien tenía que escucharme después de todo. Le dije que estábamos todos ahí con él para acompañarlo, que no estaba solo. Le dije que estaba bien que descanse, que se fuera tranquilo, que yo iba a cuidar de la abuela. Le dije que lo quería mucho, le canté una canción y lo besé en el cachete. Un último beso. Él me sorprendió con una lágrima y un gesto. Todavía estaba ahí, y se despidió haciéndonos saber que nos estaba escuchando. Casi 24 horas pasaron, ahor
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